La personalidad de Oviedo


Oviedo, dibujo de Fernando Pérez Martín
Las ciudades son similares a los organismos vivos. Beben, respiran, se nutren y generan residuos igual que cualquier organismo. Lo más fascinante es que las ciudades son organismos inteligentes y dotados de algo parecido a una personalidad que identifica y distingue a cada una de ellas de manera inequívoca. Hay ciudades alegres y las hay pesimistas. Hay ciudades jóvenes y otras envejecidas. Las hay integradoras, que aprovechan e impulsan el potencial de cada uno de sus ciudadanos, y las hay con menor dinamismo social. Esa especie de personalidad de cada ciudad surge a partir una mezcla de genética, sus rasgos climatológicos y orográficos, contexto, su posición y distancia con otras urbes, y evolución, su devenir histórico. Los edificios y espacios urbanos más emblemáticos van siendo el resultado de la personalidad de la urbe, aunque también es cierto que tales lugares refuerzan la identidad de la misma en un proceso inter-causalidad.
Esta idea de la personalidad de una ciudad resulta relevante para entender las diferentes capacidades de las urbes para generar impulso económico. En las modernas sociedades el crecimiento económico de largo plazo esta fundamentalmente basado en la capacidad para innovar. Son ideas lo que esta detrás del progreso científico, tecnológico y social así como de la creatividad artística y cultural. En definitiva las ideas estan detrás de la innovación entendida en sentido amplio. Las ciudades son el marco espacial más apropiado para que surjan ideas nuevas. Se ve con claridad como algunas urbes son burbujeantes hervideros de nuevas ideas útiles. Sin embargo no todas muestran la misma capacidad de creatividad e innovación. Numerosas aportaciones desde la ciencia regional y urbana han ido acotando los elementos que influyen en la capacidad de una ciudad para convertirse en un fértil hervidero de ideas. Importa el tamaño (economías externas de urbanización): las ciudades grandes tienen más capacidad de alcanzar la escala suficiente para aglomerar talentos diversos que interactúan y crean. Importan los procesos de concentración de actividades similares (economías externas de localización): aparición de espacios en los que interactúan profesionales de un mismo campo o campos similares que cooperan y compiten al mismo tiempo. E importa, y mucho, un elemento esencial que esta implícito en todo lo anterior: la inter-actuación de las personas. Para que esa inter-actuación sea posible se necesitan espacios en los que se facilite e impulse el contacto entre los individuos.
Ahí es donde la planificación urbana y la personalidad de cada ciudad inciden de modo decisivo. Ciertas personalidades y estructuras urbanas generan ciudades en las que se convive intensamente. Son urbes que se han ido dotando a si mismas de espacios de intercambio de ideas y reflexión conjunta. Estos lugares no son otros que los grandes museos, las bibliotecas, los campus universitarios, los parques, los paseos, los palacios de congresos, opera o teatro… Son miles de ejemplos en los que se puede apreciar como las ideas casi burbujean y van dando forma a proyectos culturales, científicos o artísticos: el Central Park de Nueva York, El Tale Art Museum de Londres, Los Jardines de Luxemburgo de París, La Ramblas de Barcelona, La Ciudad de las Ciencias de Valencia, El Museo Guggenheim de Bilbao… Todos ellos son espacios de esparcimiento, inter-actuación cultural y social que están insertados en la ciudad y que sirven de marco para la inspiración creativa científica o artística al tiempo que van siendo las señas de identidad de cada urbe.
Me encanta la personalidad de mi ciudad: Oviedo. Creo que es una ciudad culta y elegante que se ha ganado a pulso un lugar en el mapa cultural internacional a pesar de su pequeño tamaño. El reducido espacio que rodean los edificios de la Junta General y el Gobierno del Principado, las principales empresas financieras y de servicios de la región, la Universidad y Teatro Campoamor, con la Plaza de la Escandalera en el centro, la torre de la Catedral en una esquina y el Parque San Francisco en otra es un lugar que cada noviembre, durante la entrega de los premios Príncipe de Asturias, logra ser el centro del mundo cultural. Pero cada día desde allí se puede ver como Oviedo bombea por sus arterias principales, al intenso ritmo con el que se vive en las urbes, talentos individuales que van nutriendo de contenido la actividad económica, política y social de nuestra ciudad y de nuestra región.
Es deber de las generaciones presentes seguir proveyendo a Oviedo de nuevos espacios como el arriba mencionado. Espacios que encajen con la personalidad de nuestra ciudad pero que se adapten a las necesidades presentes y futuras a lo largo de todo el mapa urbano ovetense, cada vez más amplio. El Auditorio o, especialmente, el Palacio de Congresos son muy buenos ejemplos de ello. Se trata de magníficos edificios que cumplen funciones culturales y sociales al servicio de una ciudad que las demanda. En el futuro serán modernas señas de identidad de un Oviedo que crece.
Pero hay que cuidar otros aspectos para asegurar un crecimiento equilibrado y sostenido. La presión fiscal se ha elevado en exceso, quizás por una excesiva operación de maquillaje de la apariencia de las calles. Fruto de ello se ha expulsado a buena parte de la población joven o menos pudiente hacía las pequeñas urbes limítrofes menos “caras” lo que ha reforzado ciertos aspectos negativos de Oviedo tales como un progresivo envejecimiento y un creciente elitismo. Ciertas capas sociales desplazan su vida a los barrios o las superficies comerciales de la periferia reduciendo la capacidad de homogeneización y atracción del centro.
Es momento ahora de “rematar la faena” de lo que se hizo bien. La ciudad cerrara un ciclo en los próximos años cuando el Hospital Central deje libres abundantes solares en el Cristo y se vaya decidiendo la función y forma que se le dan a importantes espacios que han ido apareciendo en el centro. También es importante lograr que la capital interactúe intensamente con sus hermanas del área central de la región con las que conforma lo que cada día va siendo más claramente una unidad metropolitana de enorme potencial económico.
En los últimos meses me queda la impresión, espero que errónea, de cierta improvisación en la planificación urbana de nuestra ciudad. Grandes proyectos, que afectarían mucho a la estética y, en el largo plazo, a la personalidad de Oviedo aparecen y desparecen sin mucha explicación. Se debe de huir de la improvisación, si es que fuera cierto que existe. Nuestra ciudad tiene una personalidad propia que deja claras sus ventajas y sus debilidades. Creo que Oviedo necesita crear espacios de esparcimiento dejando atrás al hormigón y dando paso a más verdor, ese que es la seña de identidad más clara de nuestra región. Espacios como el solar del Vasco no debería perderse edificando a pesar del gran valor que este terreno tiene del que soy plenamente consciente. Asimismo un gran paseo y entorno verde alrededor del futuro Palacio de Congresos y hasta el centro de la ciudad me parece clave para dar al edificio una amplitud de la que carece y sin la que no podrá ejercer toda la influencia que una infraestructura de este tipo puede generar. En mi opinión se debería de huir de las grandes torres. La sostenibilidad de nuestra ciudad esta garantizada por la elevada densidad de población que ya posee y por un centro fuerte que, en todo caso, se puede reforzar evitando nuevas superficies comerciales en la periferia. Creo que la ciudad y sus habitantes demandan calles más amplias y menos sombra de construcciones demasiado elevadas. Los ovetenses intuyo que prefieren vivir en pequeños edificios que esta demostrado que se autogestionan más eficientemente.
Cuando una ciudad tiene una personalidad tan marcada e interesante como la de Oviedo simplemente hay que planificar espacios para su disfrute y en los que los ovetenses interactúen y convivan de modo siempre incluyente y creativo. Espacios que ejerzan el papel de ser musas de las ideas de los muchos talentos que viven nuestra ciudad. Espacios en los que se oiga una mezcla de la música de los artistas de la calle, las risas de los niños y el sonido de la naturaleza, naturaleza urbana por supuesto, pero naturaleza al fin y al cabo.
Publicado en La Nueva España el 7 de julio de 2008

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